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viernes, 2 de septiembre de 2011

Desierto

El canto sube al cielo, sube como una paloma, como una metáfora de cielo. Se estremece la tierra, se conturba el espíritu, se rompe el tiempo.¿Cómo describir el flujo artístico a la divinidad?
En algún momento los camellos dejaron sus huellas en la arena; quien las siga sabrá que describieron el nombre de Dios.
En algún momento los nómadas dejaron el desierto; quien los haya seguido sabrá que descubrieron algo infinito.
En algún momento, un monumento se alzó y cayó por su propio peso; quien lo haya visto sabrá que dibujaba la historia de la humanidad.
Todas estas cosas se refieren, pero Alá sabe más.


Me detengo en el desierto, tomo un puño de arena,
estoy sosteniendo un pedazo de Marco Antonio y Cleopatra,
modifico el mismo desierto que modificó Borges.
Tengo el tiempo en mis manos, cae, y vuelve al tiempo.


Camino por el desierto,
una canción incesante martillea
mi cabeza con indecible piedad.
El sol me ataca pero no puedo verlo,
las dunas forman un interminable océano de curvas
que debieron inspirar la escritura de los hombres.
El desierto es el lugar para los dignos de fé,
donde Jesucristo vió los reinos del mundo
y Gabriel habló a Mahoma.
Donde sólo el oriundo nómada conoce sus secretos
y es parte de él,
donde el camello se desliza
tan fortuitamente sobre la arena
que parece estar hecho de arena
y tiempo y alforjas de viento.
Mi destino será perecer aquí ,
fuera de mi mismo, soy ajeno a mi cuerpo,
oigo el estertor de aquel que me acompaña.
La confusión me abruma, seré parte de las cascadas
ideadas para medir el tiempo de los muertos.

Gonzalo Gisholt Tayabas