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jueves, 3 de enero de 2019

Problema y misterio en la amistad.


Gabriel Marcel distinguía entre un problema (situación que tiene una respuesta objetiva, o más o menos objetiva) y un misterio (interrogante ante la cual no podemos responder objetivamente, pero que se impone con el hierro de la existencia). Una solemne tradición filosófica reputó esto último de pseudoproblema, falso problema. Y efectivamente lo es. Pero no por ello desmerece nuestra atención. Uno de estos misterios es el de la amistad. El desear el bienestar a otro, por el mero hecho de hacerlo, sin egoísmo solapado, sin ardides, tiene algo de inexplicable. El recordar en una noche de ceniza y desear felicidad para otro, y con ello, hacer florecer la felicidad en el propio corazón: en eso consiste el misterio. Puede aplicársele a esto lo de aquel famoso soneto:

"No me tienes que dar porque te quiera,
 pues aunque lo que espero no esperara,
 lo mismo que te quiero te quisiera."

Razón tenía Séneca al afirmar que "El amigo se ha de poseer en el corazón y el corazón nunca está ausente".