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sábado, 5 de enero de 2013

3. Brevísimos consejos para la creación de un poema desquebrajado.



Nota preliminar: Este es el último manual de la trilogía de manuales para el poeta neófito. Es recomendable leer los textos anteriores a este, marcados con los números 1 y 2, aunque cada uno es independiente.

Hoy, mi estimado lector, es un día triste, pues, hipotéticamente hablando, fuimos derrotados en esa sangrienta batalla que es el amor. Nuestro corazón fue despedazado y los buitres se demoran con delectable indiferencia al arrancarlo de nuestras entrañas como el hígado de Prometeo. Seguramente usté debe de sentirse como si hubiera sido derrotado en la guerra de Troya, en Constantinopla y en Mesoamérica al mismo tiempo.
¡Ah! Pero todavía nos queda un consuelo: hacer poesía. Podríamos afirmar, sin mucho titubeo, que, después de la religión, los desasosiegos amorosos han sido el tema que más ha dado pábulo al arte poético. Aunque le parezca que es la persona más desdichada de todo el orbe, siéntase acompañado por hombres de hace más de 3000 años.
            Un poema desquebrajado, salido del interior de un alma acribillada como una coladera, tiene que reflejar el estado interior de dicha alma; así que guardemos un momento nuestra máquina de rimar y nuestra regla y dejemos deslizar la pluma por el papel, o los dedos bailar por el teclado. Nuestro poema de desamor no  tiene ninguna función más que la catártica. No queremos que alguien más lo lea, sólo necesitamos liberarnos del peso que implica el choque brutal de las esperanzas perdidas.
            Podemos hacer distintos tipos de poemas: los que increpan  a la amada (porque aún lo sigue siendo, si no, no tiene sentido hacer el poema), los que reprenden al destino, o simplemente los que exteriorizan el estado interior (valga la redundancia) del enamorado alicaído.
            No podemos dar una metodología para hacer un poema desgarrado, pues como dijimos antes, sólo es cosa de escribir, escribir y escribir. Si necesita inspiración, puede leer Petrarca o escuchar a Joaquín Sabina, o si lo prefiere, a José Alfredo Jiménez y algunos boleros.
            Para que no se quede con las ganas, aquí le dejamos un poemita:
(La situación, imaginemos, es que fuimos unos enamorados anónimos, aunque teníamos una relación de amistad con la amada. Escribimos montones de poemas. Un día escribimos el poema para pedir el noviazgo, y ese mismo día ella no estaba; esperamos y ella no estuvo. Un día volvió y nos atacó con su indiferencia. Ya tenía pareja.)  

No sabías ni el día ni la hora.
De haberlo sabido, tal vez me habrías esperado.
No sabías la razón ni la palabra
ni el amor ni el símbolo
ni la tipografía que guardaba el poema.
De haberlo sabido, tal vez lo habrías leído.
No sabías gramática, no sabías
que el antepospretérito de amar
es habrías amado.


Epílogo:
La idea de escribir estos manuales es menos práctica que literaria. Son un pretexto para hacer una reflexión de la poesía y el que quiera ser poeta, siento decirlo, no lo logrará leyendo mis textos. Yo recomiendo a Homero, Dante, Bécquer, José Martí, Whitman, Leopoldo Lugones, Borges, Alfonso Reyes, La Biblia, El Corán, Angelo Silesio, Fray Luis de León y tal vez otros más, que son los que a mi me gustan.
Los poemas que aquí escribí fueron ideados para estos textos específicamente.

viernes, 4 de enero de 2013

2. Consejos para la creación de un poema para la conquista o conservación de una novia(o).




Nota preliminar: En el siguiente texto prescindiré de todo elemento técnico y me dedicaré al análisis poético de una belleza femenina. Si usté desea saber cómo hacer un poema, técnicamente hablando, revise mis “Pasos técnicos para la creación de un poema para conseguir novia(o)” y otros manuales, abundantes en interné. Mi manual sirve tanto para los que tuvieron éxito en su asedio, como para los que no; los primeros pueden omitir y dar por sentado muchos puntos que, sin embargo, considero imprescindible para los segundos.
Una disculpa a las mujeres, pues no puedo hacer un análisis desde su visión; aunque el método, si lo desean, puede ser utilizarlo para sus divagaciones amorosas.

Muy bien mi querido lector, ahora que usté a conquistado a su amada, es hora de conservarla. Si no lo logró, y es optimista, también es útil que lea esto, ya que puede hacer suyos algunos de estos consejos; si no es optimista, ¡ánimo! aún puede leer mis “Brevísimos consejos para la creación de un poema desquebrajado”.
            Ahora bien, ¿qué mejor forma de conservar a la amada que haciéndole un poema? Comencemos por ver qué es lo que necesitamos para tan ardua empresa. Existen varios tipos de poemas amorosos: los descriptivos ( son una pintura verbal de la amada), los ponderativos (dicen cuánto la aman), los fácticos (describen la situación feliz o triste de su relación), los contrafácticos (hablan sobre lo que pasaría si fueran o no correspondidos, dependiendo de la situación), los exhortativos o promisorios (exhortan a la amada a amar a cambio de promesas) y me imagino que otros tantos que no me vienen a las mientes.
            Supongamos que queremos hacer un poema descriptivo, ya que, en los demás casos, es necesaria una vivencia con dicha amada (lo cual, si se es un enamorado anónimo, no siempre se tiene). Como decíamos, veamos qué se necesita para tal faena.
1.- Una amada (la cual, para efectos de este manual, inventaremos a continuación)
2.- Tener algunos conocimientos sobre ella.
3.- Haber leído bastante (de preferencia buena literatura).
Cumplidos los requisitos, empecemos. ¿Cómo será nuestra amada? Supongamos que es de piel ligeramente morena, pues se ha escrito ya demasiado de pieles luminosas y marmóreas, ojos grandes, cabello largo un poco ondulado y café muy obscuro, casi negro, mejillas y labios robustos y sonrosados; el cuerpo no importa. Ya tenemos nuestra amada idealizada, ahora démosle forma en el poema. Para ellos necesitamos deliberar si el poema sólo  figurará sus cualidades físicas o también las emocionales, además de habilidades y costumbres. Esto se tratará en un pequeño apéndice, por el momento me limitaré a ensalzar su belleza física.
            La forma más sencilla de empezar a pensar un poema es mediante la analogía. La amada tiene ojos grandes y piel morena, como la noche con sus estrellas: “Amada que eres la noche”. ¿Cómo es esa noche y de donde proviene? Es obvio que no es una noche siniestra, sino tranquila y bella; y la amada, a igual que la noche, está en todos lados, pero no en el mundo exterior, sino en el pensamiento, así que podemos proseguir: “Amada, que eres la noche/ no del cielo ni las aves/ sino de mí, eres el broche / que ciñe mis vagas naves / en el mar de la razón.” Aquí naves del mar de la razón se refiere a pensamientos. Continuamos: “Estás en mí sin estarlo, y a mi oculto corazón…” Y si uno está triste puede terminar así ¡lo matas sin matarlo! Si se está feliz puede proseguir de como se desee (1)
            Tenemos todavía otros elementos: el cabello, las mejillas, los labios y los ojos. Veamos qué podemos hacer con ellos. El cabello recuerda una especie de música ondulada y llevada por le viento, su negrura se confunde con la noche y, al rodear la cabeza de la amada, de cierta forma la esconde: “El viento conmueve y va/ arrastrando tu cabello/, la música que ojalá/ llegue y rodee mi cuello;/ la música que escondida/, como el tiempo se desliza;/ aquella que cual guarida / cubre una inmortal belleza. Ahora veamos cómo nos quedó en conjunto.

Amada, que eres la noche
no del cielo ni las aves
sino de mí, eres el broche
que ciñe mis vagas naves
en el mar de la razón.
Estás en mí sin estarlo,
 y a mi oculto corazón
¡lo matas sin matarlo!

El viento conmueve y va
arrastrando tu cabello,
la música que ojalá
llegue y rodee mi cuello;
la música que escondida,
como el tiempo se desliza;
aquella que cual guarida
cubre una inmortal belleza.

Después de algunas horas y varios dolores de cabeza, el poema va agarrando forma. Tomemos un respiro. Es bueno tener en cuenta pequeños detalles de la amada cuando se hace su poema. Por ejemplo, a mí me gusta que en la comisura de los ojos tenga un ligero estiramiento como la gente oriental, pero en pequeñísima escala, también me gusta que sus ojos tengan una sutil inclinación hacia  arriba en los extremos, en la parte del lado de las orejas, ya que le da cierta elegancia. Es importante para el poeta fijar su atención en dichos detallitos, a continuación veremos cómo aprovecharlos.
            Nos faltan tres elementos: las mejillas, los labios y los ojos. En aras de la brevedad y la belleza, fusionemos los tres. ¿Si las mejillas y los labios son sonrosados con qué podemos comprarlos? Lo primero que viene a la mente es una flor. Tengamos pues una flor. Ahora veamos una buena forma en que rinden frutos nuestras minuciosas observaciones sobre los ojos. Éstos son suaves y con una pequeña inclinación, ¿Qué cosa puede relacionarse con una flor que tenga tales cualidades? Se me ocurre un colibrí. ¡Exquisita imagen! Dos colibríes volando alrededor de una flor. Pero como somos unos monumentales ignorantes en asuntos botánicos, habrá que hacer investigación para saber qué flor es la más adecuada. Yo ya hice mis indagaciones, y encontré que la Camelia es la que representa mejor la imagen de la amada. No sé si los colibríes se alimentan de las camelias, pero es lo de menos. Hagamos versos.

El rosa de tus mejillas
se dilata cuando ríes
cual rodeadas florecillas
de dos tiernos colibríes. 
Tus labios no van en zaga
en cuanto al color se trata,
tu rosa Camelia embriaga
y suspiros arrebata.

Al parecer casi hemos terminado, tenemos el poema como sigue. (Lo pongo varias veces, porque al momento de hacer un poema es indispensable leerlo y releerlo un millón o más veces.)

Amada, que eres la noche
no del cielo ni las aves
sino de mí, eres el broche
que ciñe mis vagas naves
en el mar de la razón.
Estás en mí sin estarlo,
 y a mi oculto corazón
¡lo matas sin matarlo!

El viento conmueve y va
arrastrando tu cabello,
la música que ojalá
llegue y rodee mi cuello;
la música que escondida,
como el tiempo se desliza;
y en la aurora cual guarida
cubre una inmortal belleza.

El rosa de tus mejillas
se dilata cuando ríes
cual rodeadas florecillas
de dos tiernos colibríes. 
Tus labios no van en zaga
en cuanto al color se trata,
tu rosa Camelia embriaga
y suspiros arrebata.

Ahora bien, en nuestro poema parece haber una escala de luz: primero la noche, luego el amanecer y luego la luz de la mañana, fresca y lozana. ¿Pero es necesario esto? Pensémoslo un poco. Releamos. No necesitamos gradaciones, necesitamos algo directo y firme. ¿Cuáles son los mejores versos? Para mí son “El rosa de tus mejillas/ se dilata cuando ríes/ cual rodeadas florecillas/ de dos tiernos colibríes”. Son los que suenan más naturales, casi improvisados. Tomemos esos versos y tiremos lo demás a la basura. Hemos llegado al poema.


(1)   Ahí no se me ocurrió nada digno de escribirse.

APÉNDICE:
Me faltó incluir en mi poema aspectos emocionales y habilidades de la amada. Estos casos no difieren mucho en su tratamiento de las características físicas. Se puede hacer una alusión directa o indirecta;  por ejemplo, si la amada es dibujante, podemos hablar sobre sus manos y de cómo colorean el espacio vacío (Cfr. la canción “Judith” de Silvio Rodríguez y el capítulo 7 de “Rayuela” de Julio Cortázar) o de pinturas que a ella le gusten, etc…Si la amada es músico, puede haber metáforas con el instrumento que toca, o con el canto; por ejemplo, si toca el violín, podemos decir que las cuerdas que roza con el arco son las mismas que las cuerdas del corazón. Si le gusta escribir, entonces usté estará en graves aprietos, pues será crítica con su poema. En fin, dependerá del carácter de la amada el talante que se le de al escrito. No olvide que para escribir un buen poema se necesita un poco de práctica, aún así, piense que el fin de la escritura a veces sólo consiste en sentirse satisfecho con lo que uno escribe.

1. Pasos técnicos para la creación de un poema para conseguir novia(o).



Nota preliminar: Este manualito puede ser utilizado tanto por hombres como mujeres. En mi caso, por ser hombre, hablaré de mujeres. Pero si usté es mujer, puede muy bien hacer los cambios gramaticales de género sin afectar en gran medida lo que quiero expresar.

En esta breve tutoría, mi lector(a), usté aprenderá cómo escribir un bello poema para pedir una relación a esa persona que tanto quiere. No se confunda, no le enseñaremos a conquistarla. Aquí damos por hecho que usté ha tenido cierto contacto con ella, que ha utilizado sus dones naturales para ganársela; si no es así, puede revisar mi próximo texto: “Consejos para la creación de un poema para la conquista o conservación de una novia(o)”. El cual contiene ciertos puntos aplicables a su malhadada situación.
Ahora bien, usté ya está a punto de pedir el noviazgo, ya lo ha pensado, y si no, por lo menos lo guía su instinto. Como usté es original, quiere hacer la propuesta en verso, así que lo primero que queremos es que el poema diga “¿Quieres ser mi novia?” para que ella se sorprenda y acepte. Hay varias maneras de formular la pregunta, necesitamos la correcta (técnicamente hablando), y para que el poema tenga cierta cadencia o musicalidad habrá que contar las sílabas; en la formulación anterior, tenemos 6 sílabas. (No explicaré cómo escandir el verso, es decir, contar las sílabas. Hay ya demasiados manuales que lo explican y seguro lo encontrará en interné. Si usté no quiere contar las sílabas, puede hacer su poema en verso libre, es decir, sin métrica). En el español no son naturales los versos de 6 sílabas, aunque por supuesto que se pueden hacer poemas de tal medida, sin embargo, es mejor que convirtamos nuestro verso en algo más maleable. Los versos más naturales en español actual son los de 8, 9 y 11 sílabas, aunque los de 7 se llevan muy bien con los de 11. Hagamos por el momento un verso de 11 sílabas, que es de los más rítmicos y agradables al oído. (En la poesía se pueden hacer distintos tipos de versos endecasílabos ( 11 sílabas) dependiendo del acomodo de los acentos. Sin embargo, no entraremos en esas minucias en este manualito).
            Después de mucho pensar, podemos tener algo así “¿Quiere usted, señorita, ser mi novia?”. En otro caso, puede dejar la pregunta “¿Quiere ser mi novia?” (sin la “s” de “quieres”, porque es cacofónico juntar “quiereS Ser”, además, el tratamiento de “usted” le da elegancia a su petición) y  ponerle un complemento, por ejemplo, “¿Quiere ser mi novia? ¿Es sí o es no?” o “¿Quiere ser mi novia? Se lo pregunto”. Pruebe cuantas combinaciones se le ocurran. De todas las formulaciones de nuestra sublime pregunta, tenemos que ver cuál nos conviene más, pues a continuación haremos el ejercicio de rimarla.
            Para este caso, nos quedaremos con “¿Quiere ser mi novia? Se lo pregunto”. Lo siguiente consiste en adornar este verso con un poema. Lo primero es buscarle una pareja para que rime. ¿Qué rima con “pregunto”? “barrunto”, “junto”, “adjunto”, “punto”, “contrapunto”. Tenemos nuestra lista de posibles rimas, y ahora toca hacer una frase u oración con ellas. Pero dejemos esto por un momento, pues tenemos otro problema que debemos resolver simultáneamente.
            Nuestra proposición magna, ¿en dónde irá? ¿al principio, al final, en medio? Lo más recomendable es ponerla al final. Esto es para que vayamos creando una atmósfera de tensión que culmine con la propuesta. Queremos hacer algo así como: “Eres como la estrella, mujer, de los vagos marineros enamorados.. etc… desde que el contorno de tu rostro golpeo mis pupilas, rompiste mi memoria y no hay nada más que tú… etc.. (y terminar diciendo) ¿Quiere ser mi novia? Se lo pregunto”.
            La interrogación también puede ir al principio y luego dar una explicación de ella, por ejemplo: “¿Quiere ser mi novia? Se lo pregunto, pues qué otra cosa le preguntaría, a usted, que no eres sino mi aire, mi luz del día, mis 7 de la mañana, mis 12 de la noche,  etc…” Y ahí va la retahíla de imágenes poéticas. Esta estructura es un poco más difícil, pues no debe bajar el tono emocional en ningún momento, se deben evitar las expresiones chabacaneras y hay que encontrar un final propicio para la respuesta. En nuestra exposición, optaremos por la primera “estructura”: colocamos la propuesta al final y llegamos a ella mediante una navegación poética.
            Ya que tenemos nuestra “estructura”, nuestro verso final y nuestra lista de palabras que riman con éste, es hora de empezar el trabajo pesado. Rimemos nuestro ultimo verso. Yo elijo la palabra barruntar y se me ocurre la oración “No sé qué me dirá ni lo barrunto”. ¡Bravo! Vamos bien.

No sé qué me dirá ni lo barrunto.
¿Quiere ser mi novia? Se lo pregunto.

            Nos falta, por último, elegir el tipo de estrofa. Usté puede adoptar un tipo canónico de estrofa, o inventárselo, es lo de menos. Nosotros, en este momento, usaremos el serventesio, porque es fácil de trabajar. Éste consiste en una estrofa de 4 versos en donde el 1º rima con el 3º y el 2º con el 4º. Así que tendríamos lo siguiente:

----
No sé qué me dirá ni lo barrunto
---
¿Quiere ser mi novia? Se lo pregunto.

En donde los “---“  representan otros versos. Pongámonos a rellenarlos… Se me ocurre “Expresar esto me deja abatido” y para rimar “Señorita, no me crea atrevido”. Echémoslos a la mezcla y nos queda así:

Expresar esto me deja abatido,
pues no sé que dirá ni lo barrunto.
Señorita, no me crea atrevido.
¿Quiere ser mi novia? Se lo pregunto.

¡Y después de varias horas de trabajo, tenemos nuestra primera estrofa! Ahora le toca a usté, mi enamorado lector, escribir el resto del poema. La presentación física dependerá de sus capacidades manuales, o bien, puede aprenderlo de memoria y recitarlo.
Si, a pesar de todo su esfuerzo, fue rechazado, es que acaso sea un mal poeta, o no supo conquistar suficientemente a su amada, o simplemente no es correspondido. Si sucede lo anterior puede revisar mis “Brevísimos consejos para la creación de un poema desquebrajado”. Por último, recuerde que suele suceder que el amor no consumado es el amor más poético.

Gonzalo Gisholt

Qué día o noche.

La luna va arando la noche, siembra estrellas por doquier. En la mañana, el Sol siega el trigo celestial. Hasta ahora el proceso se ha repetido hasta el infinito, puntualmente, mas no sabemos qué día (o qué noche) durará para siempre.

Gonzalo Gisholt