Nota
preliminar: En el siguiente texto prescindiré de todo elemento técnico y me
dedicaré al análisis poético de una belleza femenina. Si usté desea saber cómo
hacer un poema, técnicamente hablando, revise mis “Pasos técnicos para la
creación de un poema para conseguir novia(o)” y otros manuales, abundantes en
interné. Mi manual sirve tanto para los que tuvieron éxito en su asedio, como
para los que no; los primeros pueden omitir y dar por sentado muchos puntos
que, sin embargo, considero imprescindible para los segundos.
Una
disculpa a las mujeres, pues no puedo hacer un análisis desde su visión; aunque
el método, si lo desean, puede ser utilizarlo para sus divagaciones amorosas.
Muy
bien mi querido lector, ahora que usté a conquistado a su amada, es hora de
conservarla. Si no lo logró, y es optimista, también es útil que lea esto, ya
que puede hacer suyos algunos de estos consejos; si no es optimista, ¡ánimo!
aún puede leer mis “Brevísimos consejos para la creación de un poema
desquebrajado”.
Ahora bien, ¿qué mejor forma de conservar
a la amada que haciéndole un poema? Comencemos por ver qué es lo que
necesitamos para tan ardua empresa. Existen varios tipos de poemas amorosos:
los descriptivos ( son una pintura verbal de la amada), los ponderativos (dicen
cuánto la aman), los fácticos (describen la situación feliz o triste de su
relación), los contrafácticos (hablan sobre lo que pasaría si fueran o no
correspondidos, dependiendo de la situación), los exhortativos o promisorios (exhortan
a la amada a amar a cambio de promesas) y me imagino que otros tantos que no me
vienen a las mientes.
Supongamos que queremos hacer un
poema descriptivo, ya que, en los demás casos, es necesaria una vivencia con
dicha amada (lo cual, si se es un enamorado anónimo, no siempre se tiene). Como
decíamos, veamos qué se necesita para tal faena.
1.- Una
amada (la cual, para efectos de este manual, inventaremos a continuación)
2.-
Tener algunos conocimientos sobre ella.
3.-
Haber leído bastante (de preferencia buena literatura).
Cumplidos
los requisitos, empecemos. ¿Cómo será nuestra amada? Supongamos que es de piel
ligeramente morena, pues se ha escrito ya demasiado de pieles luminosas y marmóreas,
ojos grandes, cabello largo un poco ondulado y café muy obscuro, casi negro,
mejillas y labios robustos y sonrosados; el cuerpo no importa. Ya tenemos
nuestra amada idealizada, ahora démosle forma en el poema. Para ellos
necesitamos deliberar si el poema sólo figurará
sus cualidades físicas o también las emocionales, además de habilidades y
costumbres. Esto se tratará en un pequeño apéndice, por el momento me limitaré
a ensalzar su belleza física.
La forma más sencilla de empezar a
pensar un poema es mediante la analogía. La amada tiene ojos grandes y piel
morena, como la noche con sus estrellas: “Amada
que eres la noche”. ¿Cómo es esa noche y de donde proviene? Es obvio que no
es una noche siniestra, sino tranquila y bella; y la amada, a igual que la
noche, está en todos lados, pero no en el mundo exterior, sino en el
pensamiento, así que podemos proseguir: “Amada,
que eres la noche/ no del cielo ni las aves/ sino de mí, eres el broche / que
ciñe mis vagas naves / en el mar de la razón.” Aquí naves del mar de la razón se refiere a pensamientos. Continuamos: “Estás en mí sin estarlo, y a mi oculto
corazón…” Y si uno está triste puede terminar así ¡lo matas sin matarlo! Si se está feliz puede proseguir de como se desee (1)
Tenemos todavía otros elementos: el
cabello, las mejillas, los labios y los ojos. Veamos qué podemos hacer con
ellos. El cabello recuerda una especie de música ondulada y llevada por le
viento, su negrura se confunde con la noche y, al rodear la cabeza de la amada,
de cierta forma la esconde: “El viento
conmueve y va/ arrastrando tu cabello/, la música que ojalá/ llegue y rodee mi
cuello;/ la música que escondida/, como el tiempo se desliza;/ aquella que cual
guarida / cubre una inmortal belleza. Ahora veamos cómo nos quedó en
conjunto.
Amada, que eres la noche
no del cielo ni las aves
sino de mí, eres el broche
que ciñe mis vagas naves
en el mar de la razón.
Estás en mí sin estarlo,
y a mi
oculto corazón
¡lo matas sin matarlo!
El viento conmueve y va
arrastrando tu cabello,
la música que ojalá
llegue y rodee mi cuello;
la música que escondida,
como el tiempo se desliza;
aquella que cual guarida
cubre una inmortal belleza.
Después
de algunas horas y varios dolores de cabeza, el poema va agarrando forma.
Tomemos un respiro. Es bueno tener en cuenta pequeños detalles de la amada
cuando se hace su poema. Por ejemplo, a mí me gusta que en la comisura de los
ojos tenga un ligero estiramiento como la gente oriental, pero en pequeñísima
escala, también me gusta que sus ojos tengan una sutil inclinación hacia arriba en los extremos, en la parte del lado
de las orejas, ya que le da cierta elegancia. Es importante para el poeta fijar
su atención en dichos detallitos, a continuación veremos cómo aprovecharlos.
Nos faltan tres elementos: las
mejillas, los labios y los ojos. En aras de la brevedad y la belleza,
fusionemos los tres. ¿Si las mejillas y los labios son sonrosados con qué
podemos comprarlos? Lo primero que viene a la mente es una flor. Tengamos pues
una flor. Ahora veamos una buena forma en que rinden frutos nuestras minuciosas
observaciones sobre los ojos. Éstos son suaves y con una pequeña inclinación,
¿Qué cosa puede relacionarse con una flor que tenga tales cualidades? Se me
ocurre un colibrí. ¡Exquisita imagen! Dos colibríes volando alrededor de una
flor. Pero como somos unos monumentales ignorantes en asuntos botánicos, habrá
que hacer investigación para saber qué flor es la más adecuada. Yo ya hice mis
indagaciones, y encontré que la Camelia es la que representa mejor la imagen de
la amada. No sé si los colibríes se alimentan de las camelias, pero es lo de
menos. Hagamos versos.
El rosa de tus mejillas
se dilata cuando ríes
cual rodeadas florecillas
de dos tiernos colibríes.
Tus labios no van en zaga
en cuanto al color se trata,
tu rosa Camelia embriaga
y suspiros arrebata.
Al
parecer casi hemos terminado, tenemos el poema como sigue. (Lo pongo varias
veces, porque al momento de hacer un poema es indispensable leerlo y releerlo
un millón o más veces.)
Amada, que eres la noche
no del cielo ni las aves
sino de mí, eres el broche
que ciñe mis vagas naves
en el mar de la razón.
Estás en mí sin estarlo,
y a mi
oculto corazón
¡lo matas sin matarlo!
El viento conmueve y va
arrastrando tu cabello,
la música que ojalá
llegue y rodee mi cuello;
la música que escondida,
como el tiempo se desliza;
y en la aurora cual guarida
cubre una inmortal belleza.
El rosa de tus mejillas
se dilata cuando ríes
cual rodeadas florecillas
de dos tiernos colibríes.
Tus labios no van en zaga
en cuanto al color se trata,
tu rosa Camelia embriaga
y suspiros arrebata.
Ahora
bien, en nuestro poema parece haber una escala de luz: primero la noche, luego
el amanecer y luego la luz de la mañana, fresca y lozana. ¿Pero es necesario
esto? Pensémoslo un poco. Releamos. No necesitamos gradaciones, necesitamos
algo directo y firme. ¿Cuáles son los mejores versos? Para mí son “El rosa de tus mejillas/ se dilata cuando
ríes/ cual rodeadas florecillas/ de dos tiernos colibríes”. Son los que
suenan más naturales, casi improvisados. Tomemos esos versos y tiremos lo demás
a la basura. Hemos llegado al poema.
(1) Ahí no se me ocurrió nada digno
de escribirse.
APÉNDICE:
Me
faltó incluir en mi poema aspectos emocionales y habilidades de la amada. Estos
casos no difieren mucho en su tratamiento de las características físicas. Se
puede hacer una alusión directa o indirecta;
por ejemplo, si la amada es dibujante, podemos hablar sobre sus manos y
de cómo colorean el espacio vacío (Cfr. la canción “Judith” de Silvio Rodríguez
y el capítulo 7 de “Rayuela” de Julio Cortázar) o de pinturas que a ella le
gusten, etc…Si la amada es músico, puede haber metáforas con el instrumento que
toca, o con el canto; por ejemplo, si toca el violín, podemos decir que las
cuerdas que roza con el arco son las mismas que las cuerdas del corazón. Si le
gusta escribir, entonces usté estará en graves aprietos, pues será crítica con
su poema. En fin, dependerá del carácter de la amada el talante que se le de al
escrito. No olvide que para escribir un buen poema se necesita un poco de
práctica, aún así, piense que el fin de la escritura a veces sólo consiste en
sentirse satisfecho con lo que uno escribe.