A mi amiga Alba, que ha compartido una parte de mi sensibilidad.
Una pregunta no formulada socava mis pasos.
Desde la inane madrugada
desbarro una intangible
lógica que me permita asirla.
Huye, se crispa entre mis dedos,
la suelto atemorizado,
me consume su carrera.
La pregunta gotea su inexorable veneno,
erosiona con su río inasible
un lecho deleznable de creencias.
La duda prohija la sagrada saeta,
consumidora de dicha.
Trepida mi suelo,
se estría en infinitos matices.
La pregunta eclosiona
y en lugar de un monstruo ciclópeo
encuentro la superficie tersa
de un espejo.