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viernes, 13 de abril de 2018

Donde se habla de cuando fui a comprar una torta

Enderezo mis pasos hacia el local donde se expenden tortas para el consumo casual. Éste se encuentra emplazado, de cara al norte, en una esquina de la Cuauhtémoc y Eje 5. Su nombre, de talante hípico, está rotulado con letras escarlata, y ostenta la crin esbelta de una montura digna del aprecio de Poseidón. Acércome a la pequeña fortaleza cuadrangular de metal y establezco una corta salutación con el guardián. Miro con parsimonioso deleite los nombres de las tortas, cada uno más lúbrico que el anterior: La Rusa, La Holandesa, La Cubana, La Tatiana... Para los desavisados, una explicación parentética expone el contenido de cada ejemplar. Determino mi voluntad por una Rusa: milanesa, pierna y quesillo. Con una interpelación correcta, le hago saber al cocinero lo que deseo. Sin embargo, algo chistan sus labios y con el ánimo abatido me responde que sus reservas de milanesa se agotaron. Arqueo las cejas y retorno mi atención al censo de platillos. Me termino decantando por una Holandesa. En el ínterin de su preparación, escucho a un camarada soltar una imprecación materna y protestar contra el universo, pues la hercúlea constitución de las tortas impide a su quijada dar una mordida cabal. Su interlocutor lo apacigua preguntando con límpida retórica si a eso preferiría la desmedración del contenido entre el par de rebanadas de pan, a lo que el otro contesta con una negativa.
    El despensero capta mi atención y me cuestiona sobre la naturaleza del picante que debe agregar a mi pedido. "¿Rajas o chipocle?" Pregunta desprejuiciadamente. Indícole que "rajas". Con su consuetudinaria maestría une los ingredientes en una heteróclita masa ceñida por dos panes oblongos y envuelve el resultado en un papel semitransparente. Otra capa más de papel evita que la entropía corrompa el fardo de humeante contenido y que sus elementos se desperdiguen por el mundo. Por último, saca su alfanje y con un tajo preciso en dirección perpendicular al eje mayor de la torta la parte en dos.
    Le alcanzo el exiguo pagamento por sus servicios y a cambio me entrega el estuoso paquete de maná citadino. Nos despedimos con las ajadas cordialidades, deseándonos mutuamente el bienestar supremo de nuestras respecitvas heredades y descendencias, y auguraciones del disfrute celestial de la divina providencia en esta vida y en la otra.