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jueves, 26 de enero de 2017

Ejercicio litoralario o a orillas de la literatura.

Pedro preguntó por Anita a su padre. "Anita lava la tina" -palindromó el progenitor-. Se adelantó al patio trasero y ahí encontróla. Controlaba ella con enjundia un enjuague, cuando apercibió la entrada de su pretendiente. Lo miró con torva faz y le dijo -¿A qué vienes? ¿No ves que un vienés tengo ya? El vienés vino y Anita se lo tomó. Apuntó con inequívoco ademán a su mascota lagarto y Pedro comprendió de qué lado mascaba la iguana. Rompió una taza y se fue. Derrotado, por el derrotero derramó logarítmicas lágrimas. Logarítmicas porque crecían exponencialmente.
Pedro fue con el abad del pueblo, quien dábale arroz a la zorra, sí, el abad. Le pareció a Pedro que alimento idóneo para las vulpejas no era el arroz, sino las cálidas entrañas de algún entrañable pollo. Pero se cayó, por respeto. Y así, de rodillas, le pidió al abad consejo. "¿Qué he de hacer si me han roto el corazón?" - Hubo dicho Pedro -. El abad hubo abatido una mosca y le hubo respondido - Primero, dejar de hablar con verbos compuestos, mejor di "¿que hago si me rompieron el corazón?".
Pedró tomó el consejo, se lo guardó y dejó de componer verbos: se limitó a los sustantivos. "¿Qué si un coraziroto poseído por mi es el caso?" -volvió a preguntar Pedro-. "Mejor -respondió el abad-, sólo necesitas hacerle notar tu noesis, ¿no es ese siseo la tetera?...ah sí, como decía, intenta intimar tus intenciones.  
Pedro recordó sus clases de fenomenología de la primaria y se percató y se perprobó de un uso impropio de la palabra noesis. ¿Pero qué iba a saber él, si impropio tenía el coraziroto? Nadó entre la nada de sus denuedos. "Compermiso, Gracias", "De nada" -le devolvían- mientras pasaba. Y una pasa habia devenido su corazón. Desasosegábase. Sopesabase los pros y los contras de su empresa. Anidar con Anita había anhelado, porque más vale pájaro en mano, que con un vienés. Cazó su sino hasta su casa. Se reintegró y repensó. Se repuso y puso a reposar el repollo en la repisa; resintió el refresco que reincidia en las rendijas remendadas.
Después de su merienda, se dio rienda hacia el redil de Anita. Impertérrito, Pedro preguntó por Anita a su padre.