Datos personales

Mi foto
Contacto: poesiaapoesia@gmail.com

martes, 4 de febrero de 2014

Manual para escribir un ensayo filosófico sin esfuerzo, de tal manera que parezca profundo.



Ahorrémonos el prólogo de reconocimiento con el lector que explica lo difícil que es escribir un ensayo filosófico y cómo las noches de desvelo y las mañana de factura a veces no dan el resultado deseado, y pasemos al quid de nuestro asunto. Divido el ensayo en cuestiones de fondo y de forma, las primeras atañen a la manera de desarrollar el contenido, las segundas son consejos más precisos que te convertirán en todo un amo del discurso profundo.

Cuestiones de fondo:
            En primer lugar, un ensayo profundo (1) debe ser extenso. Nada que valga la pena decirse puede ser despachado en dos o tres cuartillas. No. Hay que envolver al lector en nuestra sapiencia, hacerlo partícipe de nuestra revelación divina, hay que provocarle el mismo estado extático que nosotros sentimos al sumergirnos en el marasmo irrefrenable de un yo plural objetivándose en el logos visual. Esa dialéctica entre el papel y el escribiente debe rendir munificentes frutos, un opimo banquete filosófico que harte la oronda avidez de conocimiento de nuestro lector. Con esto quiero decir que no puedes darte el lujo de ser lacónico, puntual ni ordenado. Deja que la pluma corra incontenible, no te detengas a pensar lo que vas a poner, si lo piensas, es mala señal.
            Como ya dije, hay que evitar todo orden conceptual. Lo profundo no puede ceñirse a los estrictos cánones del discurso, porque es en sí mismo irracional, abierto e inaprensible, inefable si se quiere. En el momento en que notes que has desarrollado un argumento, detente, toma un respiro y no sigas. Puede ser que haya algo en tu corazón que te impela a argumentar. Mata a tu duendecillo lógico, no lo necesitarás. La naturaleza esencial de lo profundo exige el caos.
            La profundidad está tan rodeada de tópicos, que siempre es sensato nombrarlos como un aura que orbita y promete una futura elucidación. Con esto quiero decir que una estrategia útil para desarrollar tu profundidad es arrojar una lluvia de objetivos poco inteligibles, prometiendo su posterior desarrollo a través del texto, pero sin hacerlo realmente. Este mi ensayo que ahora escribo,  y que tú estás leyendo, aunque no lo creas, tiene implicaciones epistemológicas, ontológicas y de corte político-marxista, su esclarecimiento es propio de una ulterior hermenéutica que explicaré en su momento ( no te preocupes, de hecho nunca voy a explicar nada de eso). Sin embargo, nunca digas al principio qué es lo que vas a tratar; el lector se irá dando cuenta de que algo tan profundo como tus pensamientos no admite un plan esquemático de trabajo.
            Por último, tenemos un punto que oscila entre fondo y forma y por eso lo pongo al final. Para agregar un toque intelectual, siempre es bueno utilizar todas las metáforas posibles. Debes exornar tu ensayo como una mañana de otoño ensangrentada con las infinitas lágrimas de los robles evanescentes y moribundos de una Castilla vieja y olvidada.



Cuestiones de forma:
Aquí vale la pena enumerarlas, aunque pierda profundidad en mi ensayo, pues me solazaré con algunos ejemplos precisos (algunos inspirados en textos reales)
1) Comienza tu ensayo con una cita textual. No me refiero a un epígrafe. Empieza propiamente el cuerpo del texto con una cita, de preferencia que sea de algún poeta desconocido, ya sea vanguardista, chino, hindú o, si quieres ser conservador, latino. Con esto manifestarás que el tema a tratar es algo tan profundo que sólo los antiguos y preclaros maestros pudieron entrever, y que es gracias a su frase (que tu reproduces idolátricamente) que se abrieron las puertas a un desarrollo (que por cierto tú haces) verdaderamente cabal.
2) Utilizar palabras o frases en otros idiomas siempre incrementa exponencialmente la profundidad de un texto, sobre todo si las tales no están traducidas y podrían sustituirse con su correspondiente en español sin perder sentido. Minusvalorar la capacidad expresiva del idioma propio es indispensable para hace un ensayo penetrante.
3) Junto con lo anterior, siempre es bueno recurrir a las etimologías, esto es, del griego étimos, que quiere decir verdadero, y logos, que significa palabra. El análisis de las verdaderas palabras (hombre, qué fuerte suena eso) te catapultará a los más recónditos recovecos de la profundidad filosófica. No importa que no sepas muchas, el diccionario de la RAE te proporcionará buenas herramientas, y a veces es tan sólo necesario fingir una íntima identificación con las palabras para cautivar a nuestro especial lector.
4) Los juegos de palabras son muy provechosos, pero no los juegos graciosos, sino los que parecen profundos, aquellos que tejen fino y hacen relaciones tan sutiles que parecen inverosímiles. Existe, sin lugar a dudas alguna cadena de filosofemas que une el concepto “macarrón”, con el concepto “a priori”, no lo dudes. (Yo no la desarrollo porque tal vez necesitaría hacer otro ensayo, y me fatigo.)
5) Pon, coloca, sitúa, materializa, recurre, esgrime, cita, traba, instala, ubica, utiliza la mayor cantidad de sinónimos posibles. Si tu mente está frita, cansada, abrumada,  colmada, embarazada, incómoda o indispuesta, puedes utilizar cualquier diccionario de sinónimos accesible, aprovechable, beneficioso, útil o disponible en Internet.
6) Fragua tus vocablos de tesitura poco técnica y adjetívalos con el primer cultismo que te venga en mente. No definas. La definición es un acto inmarcesible. Lo anterior resulta una herramienta poderosísima en el discurso filosófico profundo: atrae la atención del lector, lo deja estupefacto, dubitativo, no sabe si es tonto o no ha entendido tu ebúrnea y póstuma utilización del lenguaje. (Lo de inmarcesible, ebúrneo y póstumo son ejemplos de esta utilización, por cierto). Sacrifica totalmente la claridad por la poética abstrusa. En palabras claras, no uses las palabras según lo que significan, sino según te venga en gana.
7) Y por último, pero imprescindible, haz oraciones, en cuanto sea posible y la disponibilidad intelectual, no como capacidad racional, sino como habilidad casi de artesano para el discurso, lo permita, lo más largas posibles. Aquí la oración principal era “Haz oraciones lo más largas posibles”, ¿pero por qué dejarla desnuda? No le vienen mal otras tantas oraciones subordinadas, tantas que se pierda el sentido original de la principal. Después de eso. Haz oraciones cortas. Ínfimas. Sí. No. Oscila entre esas dos maneras de expresarte y lograrás mantener la tensión durante todo tu ensayo.

Consideración final:
Debo agradecer, caro lector, que hayas llegado al final de este texto, yo mismo no lo veía. La razón de escribirlo radica en invitarte a la claridad, a la disputa de ideas, no de palabras. Sólo una prosa ágil, en estos tiempos de abundancia verbal, nos permitirá el acceso a una cantidad mayor de lectores. Profundidad no es igual a dificultad. Dejemos las discusiones bizantinas y hagamos filosofía.


(1) Utilizo el término “profundo” queriendo decir “aparentemente profundo”