Ahorrémonos el prólogo de reconocimiento con el lector que explica lo
difícil que es escribir un ensayo filosófico y cómo las noches de desvelo y las
mañana de factura a veces no dan el resultado deseado, y pasemos al quid de nuestro asunto. Divido el ensayo
en cuestiones de fondo y de forma, las primeras atañen a la manera de
desarrollar el contenido, las segundas son consejos más precisos que te
convertirán en todo un amo del discurso profundo.
Cuestiones de fondo:
En primer lugar, un
ensayo profundo (1) debe ser extenso. Nada que valga la pena decirse puede ser
despachado en dos o tres cuartillas. No. Hay que envolver al lector en nuestra
sapiencia, hacerlo partícipe de nuestra revelación divina, hay que provocarle
el mismo estado extático que nosotros sentimos al sumergirnos en el marasmo
irrefrenable de un yo plural objetivándose en el logos visual. Esa dialéctica
entre el papel y el escribiente debe rendir munificentes frutos, un opimo
banquete filosófico que harte la oronda avidez de conocimiento de nuestro
lector. Con esto quiero decir que no puedes darte el lujo de ser lacónico,
puntual ni ordenado. Deja que la pluma corra incontenible, no te detengas a pensar
lo que vas a poner, si lo piensas, es mala señal.
Como ya dije, hay que
evitar todo orden conceptual. Lo profundo no puede ceñirse a los estrictos
cánones del discurso, porque es en sí mismo irracional, abierto e inaprensible,
inefable si se quiere. En el momento en que notes que has desarrollado un
argumento, detente, toma un respiro y no sigas. Puede ser que haya algo en tu
corazón que te impela a argumentar. Mata a tu duendecillo lógico, no lo
necesitarás. La naturaleza esencial de lo profundo exige el caos.
La profundidad está tan
rodeada de tópicos, que siempre es sensato nombrarlos como un aura que orbita y
promete una futura elucidación. Con esto quiero decir que una estrategia útil
para desarrollar tu profundidad es arrojar una lluvia de objetivos poco
inteligibles, prometiendo su posterior desarrollo a través del texto, pero sin
hacerlo realmente. Este mi ensayo que ahora escribo, y que tú estás leyendo, aunque no lo creas,
tiene implicaciones epistemológicas, ontológicas y de corte político-marxista,
su esclarecimiento es propio de una ulterior hermenéutica que explicaré en su
momento ( no te preocupes, de hecho nunca voy a explicar nada de eso). Sin
embargo, nunca digas al principio qué es lo que vas a tratar; el lector se irá
dando cuenta de que algo tan profundo como tus pensamientos no admite un plan
esquemático de trabajo.
Por último, tenemos un
punto que oscila entre fondo y forma y por eso lo pongo al final. Para agregar
un toque intelectual, siempre es bueno utilizar todas las metáforas posibles.
Debes exornar tu ensayo como una mañana de otoño ensangrentada con las
infinitas lágrimas de los robles evanescentes y moribundos de una Castilla
vieja y olvidada.
Cuestiones de forma:
Aquí vale la pena enumerarlas, aunque pierda profundidad en mi ensayo,
pues me solazaré con algunos ejemplos precisos (algunos inspirados en textos
reales)
1) Comienza tu ensayo con una cita textual. No me refiero a un epígrafe.
Empieza propiamente el cuerpo del texto con una cita, de preferencia que sea de
algún poeta desconocido, ya sea vanguardista, chino, hindú o, si quieres ser
conservador, latino. Con esto manifestarás que el tema a tratar es algo tan
profundo que sólo los antiguos y preclaros maestros pudieron entrever, y que es
gracias a su frase (que tu reproduces idolátricamente) que se abrieron las
puertas a un desarrollo (que por cierto tú haces) verdaderamente cabal.
2) Utilizar palabras o frases en otros idiomas siempre incrementa
exponencialmente la profundidad de un texto, sobre todo si las tales no están
traducidas y podrían sustituirse con su correspondiente en español sin perder
sentido. Minusvalorar la capacidad expresiva del idioma propio es indispensable
para hace un ensayo penetrante.
3) Junto con lo anterior, siempre es bueno recurrir a las etimologías,
esto es, del griego étimos, que
quiere decir verdadero, y logos, que
significa palabra. El análisis de las verdaderas palabras (hombre, qué fuerte
suena eso) te catapultará a los más recónditos recovecos de la profundidad
filosófica. No importa que no sepas muchas, el diccionario de la RAE te
proporcionará buenas herramientas, y a veces es tan sólo necesario fingir una
íntima identificación con las palabras para cautivar a nuestro especial lector.
4) Los juegos de palabras son muy provechosos, pero no los juegos
graciosos, sino los que parecen profundos, aquellos que tejen fino y hacen
relaciones tan sutiles que parecen inverosímiles. Existe, sin lugar a dudas
alguna cadena de filosofemas que une el concepto “macarrón”, con el concepto “a
priori”, no lo dudes. (Yo no la desarrollo porque tal vez necesitaría hacer
otro ensayo, y me fatigo.)
5) Pon, coloca, sitúa, materializa, recurre, esgrime, cita, traba,
instala, ubica, utiliza la mayor cantidad de sinónimos posibles. Si tu mente
está frita, cansada, abrumada, colmada,
embarazada, incómoda o indispuesta, puedes utilizar cualquier diccionario de
sinónimos accesible, aprovechable, beneficioso, útil o disponible en Internet.
6) Fragua tus vocablos de tesitura poco técnica y adjetívalos con el
primer cultismo que te venga en mente. No definas. La definición es un acto
inmarcesible. Lo anterior resulta una herramienta poderosísima en el discurso
filosófico profundo: atrae la atención del lector, lo deja estupefacto,
dubitativo, no sabe si es tonto o no ha entendido tu ebúrnea y póstuma
utilización del lenguaje. (Lo de inmarcesible, ebúrneo y póstumo son ejemplos
de esta utilización, por cierto). Sacrifica totalmente la claridad por la
poética abstrusa. En palabras claras, no uses las palabras según lo que
significan, sino según te venga en gana.
7) Y por último, pero imprescindible, haz oraciones, en cuanto sea
posible y la disponibilidad intelectual, no como capacidad racional, sino como
habilidad casi de artesano para el discurso, lo permita, lo más largas
posibles. Aquí la oración principal era “Haz oraciones lo más largas posibles”,
¿pero por qué dejarla desnuda? No le vienen mal otras tantas oraciones
subordinadas, tantas que se pierda el sentido original de la principal. Después
de eso. Haz oraciones cortas. Ínfimas. Sí. No. Oscila entre esas dos maneras de
expresarte y lograrás mantener la tensión durante todo tu ensayo.
Consideración final:
Debo agradecer, caro lector, que hayas llegado al final de este texto,
yo mismo no lo veía. La razón de escribirlo radica en invitarte a la claridad,
a la disputa de ideas, no de palabras. Sólo una prosa ágil, en estos tiempos de
abundancia verbal, nos permitirá el acceso a una cantidad mayor de lectores. Profundidad
no es igual a dificultad. Dejemos las discusiones bizantinas y hagamos filosofía.
(1) Utilizo el término “profundo” queriendo decir
“aparentemente profundo”