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lunes, 14 de julio de 2025

Un personaje solitario

Cada día se siente más solo. Cada día se aísla más y más. Ha perdido el deseo de realizar sus proyectos. La vida le parece una sucesión de promesas desplazadas. Tiene noticia, por el internet, del dolor del mundo. Pero saberlo lo paraliza. Ha perdido la fe en el progreso de la humanidad y también en su propio progreso. Intenta rescatar una planta marchita que tiene en su baño desde hace varios años. Es un trébol que nació inopinadamente después de terminar una relación sentimental. Ahora añora y teme conocer personas nuevas. Sus amistades le responden ocasionalmente los mensajes, pero ninguna toma la iniciativa para hablarle. Y se da cuenta de ello. Cada noche es parecida a la anterior, y lo mismo cada día, cada mañana. Despierta temprano, desayuna y se vuelve a dormir. Al medio día da dos pasos a la cocina, se prepara otra comida, y toma otra siesta. En la noche malgasta su atención en un rosario infinito de videos en internet. Los breves clips de gatos y capibaras son lo único que le saca una sonrisa. Sale de casa únicamente para hacer las compras. A veces se la topa con su casera. "¿Cómo está? Muy bien, gracias –responde–. Hasta luego". Paulatinamente, sin darse cuenta, camina más encorvado. Su piel resiente su mala alimentación. Fue al dermatólogo hace algunos meses; no compró ninguno de los medicamentos que le recetó. Eran demasiado caros y su rostro llevaba más de dos años sin tener contacto con otro rostro, tal vez así seguiría por tiempo indefinido. Él no es un pesimista cínico; reconoce que existe belleza en el mundo y que hay valores dignos de lucha, pero ninguna de esas dimensiones atraviesa su frágil existencia en una esquina del plano cartesiano. Aunque se ha hecho una opinión modesta de ciertos laberintos del mundo, reconoce la futilidad de todos sus actos y ha renunciado al intento de heroísmo cómico que da la esperanza. No se siente especialmente útil para nadie ni para nada, aunque se sabe capaz de resolver problemas, suyos y ajenos. Nada ni nadie dependen de él. No se ha suicidado porque sabe que un par de personas se entristecerían por ello: su mamá, su papá, alguno de sus amigos, tal vez. Vivir para que otros no estén preocupados por uno es una intensa tarea. A veces fantasea con ganar la lotería, aunque nunca compra billetes, e imagina que su vida sigue más o menos igual, pero con una preocupación menos. Es desempleado y no sabe qué tipo de trabajo le gustaría, pues todos le parecen injustos artificios para alargar la existencia. La última pesadilla que tuvo consistía en que olvidaba que había sido contratado para un trabajo; treinta minutos antes de su hora de entrada lo llamaban y él se debatía entre la angustia de ir sin haberse bañado y llegar una hora tarde o simplemente no ir. Se despertó a las 4:30 am y caminó en círculos en su habitación, vios reels en internet y se acostó. Cuando está aburrido, escanea libros, los transforma en formato PDF y los sube a páginas de piratería. Nada gana con eso, nadie sabe que lo hace, pero siente la necesidad de poner a disposición de otros algunas joyas literarias que encontró el librerías viejas durante sus años de estudiante. El último libro que escaneó se llamaba La filosofía como el pensar del mundo de acuerdo con el principio del menor gasto de energía, de Richard Avenarius. Nunca lo leyó, pero el título le gustaba. Era así como le gustaba vivir: de acuerdo con el principio del menor gasto de energía. Mientras escanea, escucha música de bossanova, y piensa que nunca tendrá oportunidad de platicar con alguien sobre el menor gasto de energía, pero así está bien. Platicar con alguien sobre eso implica un mayor gasto de energía. Recuerda sus clases de química y se propone aprender de nuevo la tabla periódica, por puro juego, pues no le dirá a nadie que se la sabe de memoria. ¿Cuándo dos personas que se la sepan de memoria coincidirán en la calle sin saber que saben? Esto se preguntaba mientras recibía el cambio de la muchacha de cabello pintado de rojo, la que atiende la panadería. A él le gusta la muchacha que atiende la panadería, por eso toma el camino largo cuando tiene que ir al Metro, para no verla. Sólo cuando tiene que comprar pan la ve. Pero comer tanto pan dulce le ha hecho mal a la salud y casi siempre toma ya el camino largo.