Prólogo:
De mis pocos poemas románticos hechos sin intención, este es uno que me ocurrió, o yo le ocurrí a él, mientras intentaba recordar un aforismo sobre el amor que había pergeñado hace tiempo. Aún no aprendo a no confiar a la memoria mis malabarismos literarios.
¿Si te
enamoro, qué hago contigo?
¿Si compongo
uno, dos o tres poemas,
si te los
doy escritos en suaves líneas que conmuevan al papel
y si,
supongamos, te enamoro, qué haré después contigo?
¿Si comparo
tu rostro resplandeciente
y rojo como
un atardecer de otoño,
y tus manos
que dan forma a la línea y al matiz,
y digo que
el oficio del universo es servir como metáfora para el amor,
si hago
todo eso y te enamoro, después qué?
¿Te admiro,
te beso, te todo?
No.
Mejor nada.
Hagamos
como que yo no escribí
y que tu no
leíste;
para que
cuando sea viejo,
escriba una
historia reclamándome el porqué nunca hice nada,
y hable
sobre jóvenes enamorados, y olvide.
Y nada.
Y es que si
te enamoro,
no sabría,
realmente,
no sabría
qué hacer contigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario