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jueves, 25 de febrero de 2021

Dos adivinanzas consabidas

    En mi tierna infancia se pasaba de boca en boca la siguiente adivinanza: "Agua pasa por mi casa, cate de mi corazón, al que no me la adivine, le doy un coscorrón". Misterio recóndito era el por qué pasaría agua por mi casa. ¿Habría algún tipo de riachuelo cerca? En un caso más infausto, ¿un drenaje? ¿Pasaba el agua por debajo o a un lado? Todas estas preguntas permanecieron sin respuesta, aunque no cimbraban de manera particular mi visión de la realidad. Otra cosa era el ignoto vocablo "cate". "¿Qué es un cate?" Preguntaba yo sin que nadie pudiera darme respuesta, y ¿por qué le pertenecería a mi corazón? Qué ensalmo o mágica virtud le había abierto al "cate" un lugar entre las cosas de mi íntima devoción sin que yo mismo lo notara? Años después, caí en la cuenta de que "cate" era el golpe o bofetada dada con alevosía y casi burlona tiranía a alguien, como en la oración "Su mamá le dio un cate por andar de irrespetuoso." Pero, ¿por qué mi corazón recibiría una bofetada? ¿Será una metáfora de alguna insólita palpitación, una arritmia pasional? En fin, al menos eso explicaba un poco por qué aquel que pergeñaba la adivinanza amenazaba con coscorrones al interlocutor vencido. Tal vez el cate del corazón pasaba a ser propiedad del otro, como una especie de inveterada maldición. Todo esto son suposiciones, cuya verdad, pienso, jamás develaremos.

    Otro caso era el de la adivinanza: "Entra por el mar, sale por la garita. ¿Qué es?". Aquí no había amenazas perentorias, pero sí otro vocablo extraterrestre: garita. Gracias al diccionario descubrí que se trataba de una torre o casilla para los vigilantes. A pesar del esclarecimiento, otras perplejidades brotaron: ¿por qué alguien entraría por el mar y saldría por la garita? ¿No parece más lógico que fuera al revés? Se entraría a la garita y se saldría por el mar. Y, salvo que la susodicha garita fuese algún tipo de portal, esto no tiene ni pies ni cabeza. El pasmo de este misterio no me ha dejado desde entonces y un paliativo sólo vendría de preguntarle a Margarita por sus extraños hábitos de traslación. 

1 comentario:

Fa dijo...

Quizá fue un pato quien entró por el mar a saciar los extraños hábitos de Margarita.