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martes, 20 de junio de 2023

Sin título

Mientras revisaba mis escritos privados, encontré estos dos. Desesperanzados son ambos, y sobre ambos quisiera reflexionar hoy.

El primero es un poema hecho al puro sentimiento, sin título:

Vivo en el pasado,
pues, ¿qué otro lugar
tenemos los descorazonados
para vivir?

No hay futuro,
nunca lo hubo,
es un invento de la ficción,
para hacer del no ser esperanza.

Pues sólo ahí ocurre
el milagro del pensamiento,
esa cosa rara, tan normal,
tan onerosa.

Recorro con lentitud
la telaraña de mis traumas.
Dicen que al menos un recuerdo
habrás tenido si amas.

Y es que el mundo
es un hormiguero de recuerdos.
Todo haber sido.
Todo pasado.

Y todo frustración,
por seguir siendo
sin llegar nunca a ser
completamente.

El segundo, también sin título, fechado el 14/02/2020:

Tengo una racha de resentimiento universal. Un resentimiento contra todo, por el mero hecho de existir sin justificar su ser. Porque con su mueca de pulcritud ontológica nos arrebata el remanso de la nada. Tengo un resentimiento contra cada hombre y mujer, contra cada piedra y cada árbol y no sé explicar por qué.

    Independientemente de los acontecimientos que hayan motivado la escritura de esto (acontecimientos que no recuerdo puesto que ya no llevo un diario), debo admitir que rezuman un pesimismo, lánguido el primero, recalcitrante el segundo. Alguna vez he sido criticado y juzgado por tener y expresar tales emociones. Y es comprensible, aunque doloroso. El pesimismo absoluto horada hasta los cimientos más profundos de la vida.
    Yo no me considero un pesimista sin más, sino un pesimista alegre. Aun así, en aquellos textos no hay alegría, sólo desesperanza. El pesimismo, como el escepticismo radical, una vez adoptado es prácticamente imposible refutarlo con argumentos. Y, ¿entonces qué hacemos? Únicamente se me ocurre decirle a mi yo que escribió eso lo siguiente: todo pasará y pasó; te has roto muchas veces y otras tantas te has podido reconstruir, mejor o peor, y lo seguirás haciendo, y dolerá y llorarás, y odiarás cada árbol y cada piedra; pero dudarás de ese odio y también amarás, como si nunca hubieras sufrido; y que todo eso sirva para seguir viviendo, aunque la vida sea insulsa y repetitiva; y si Dios existe, al menos algo de todo esto quedará; la mera posibilidad de ello es ya una forma de felicidad.
    Tal vez mi texto esté plagado de lugares comunes, pero sirva haberlo publicado por si algún perdido, al leerlo, y al haber sentido lo mismo sin haberlo podido expresar, sienta aliviada, aunque sea en un ápice, su soledad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias, Gonzalo!