Datos personales

Mi foto
Contacto: poesiaapoesia@gmail.com

viernes, 4 de octubre de 2024

El extraño caso de la enigmática paradoja de los pingüinos



Entro a la tiendita de la esquina. Doy los buenos días, tardes ya, a la empleada del mostrador, como quien no quiere importunar, y me dirijo hacia el estante de chuchulucos. Pienso en que debería dejar de comer tanta azúcar, pero eso no me detiene para posar mi mirada en una nueva presentación de los pastelitos Pingüinos: los Pingüinos Enigma. La envoltura azul argénteo no ha cambiado nada. Asimismo, figura, como siempre, un pastelito partido por la mitad mostrando su relleno cremosito. La diferencia de esta nueva edición Enigma radica en que el clásico relleno blanco nieve ha sido sustituido por uno amarillo con un signo de interrogación en el medio. ¿Por qué se ha elegido ese color? Las convenciones que imperan desde nuestra infancia nos han enseñado que si un dulce es rosa es de fresa, si verde, es de limón, si es café, de chocolate. Ahora bien, el amarillo, ¿será vainilla, plátano, piña, maracuyá acaso? Todo un misterio. Pero, como decían Les Luthiers, "No me asusta el acertijo", y los compré.
    Cuando llegué a casa me dispuse a degustarlos. Mordí uno y no percibí ningún sabor fuera de lo normal. Terminé con el otro, y el signo de interrogación que prometía la envoltura del producto no estaba en el interior del pastelito, sino en mi cabeza. ¿De qué me había perdido? Sabían como unos pingüinos totalmente normales. ¿Qué razón había para colgarles la aposición "Enigma" y firmarlos con la señal de "Edición especial"? Yo ni siquiera estaba decepcionado ni enojado, sino perplejo. ¿Habrá sido que mi lengua tenía resabios de otro dulce que solapó el sabor del actual? ¿O mi alergia estacional estará agazapada jugando una mala treta a mi nariz y, por ende, a mi gusto? ¿Será, en fin, que mi consuetudinario consumo de golosinas había atrofiado mis papilas gustativas?
    Después de un rato de profunda elucubración, resolví que el enigma consistía precisamente en que su sabor parecía ser el mismo de siempre, pero a la vez, no habría forma de comprobarlo. Entre el ser y el parece, jamás podrá haber un juicio resolutorio, porque para cuando el estupor se haga presente, los pastelitos ya habrán sido devorados y será imposible la afirmación perentoria. Tal vez el enigma consista precisamente en que no hay enigma alguno, su sabor es el mismo, pero nunca podremos estar seguros. Es decir, sí había enigma, pero no el que esperábamos. Y si Dios existe y tiene la capacidad para probar pastelitos, que Él, en su infinita sabiduría, dictamine si ha habido aquí enigma auténtico o si hemos sido embaucados con un enigma falso, que a final de cuentas sería auténtico en la medida en que encubriera el hecho de no haber enigma alguno, haciéndonos creer que sí lo había. Una hermosa paradoja, porque el enigma nace al nombrarlo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mira mi cara como el oro del tiempo y no preguntes.
Mira esta lágrima cual grano de granada y no preguntes.
No inquieras sobre el estado interior de la casa.
Mira la sangre en el umbral y no preguntes.

Tu amor, en todo convento, a alguien tiene embriagado;
por ti el bazar de los ídolos es un fracaso.
La mano de tu tristeza los dos mundos abarca.
En verdad, de tu tristeza, amplia es la mano.